EL CARTERO
Viene con paso ligero,
camina un poco encorvado,
y se inclina del costado
donde trae lo que yo espero;
pero... pasa y yo me muero
de rabia, de desconfianza
y se lleva mi esperanza
como siempre, ese cartero...!
Un cartero, que hasta ayer,
nunca supe que existía,
es decir, yo, lo veía
llegar al atardecer;
mas eso de padecer
y de esperar su llegada
francamente, no esperaba
que habría de suceder...!
Y entre esperar y esperar
comprobé de que ese hombre,
llevaba con su uniforme,
un sello de dignidad...
Una prueba de lealtad
que todos le confiamos,
pero en quien, nunca pensamos,
cuando la deja y se va!
Un hombre, que diariamente
lleva dolor y alegría,
nombramientos, cesantías,
con su andar indiferente,
reparte tranquilamente
durante meses y años,
hoy, los fríos desengaños,
como ayer, amor ardiente...!
Todo lleva el cargamento
que en su hombro va colgando...
entre sobres enlutados,
los felices nacimientos,
junto a nuevos casamientos
van rupturas de noviazgos...
¡Como extravíos y hallazgos
de la vida en movimiento...!
Viene, se acerca y se va...
abrumado por su carga,
ruleta que nos amarga
o nos trae felicidad...!
Cartero de la ciudad
que te preocupa el horario,
quiero ser destinatario
en tu sobre de amistad...!
Porque afuera es diferente,
lo conocen, los vecinos,
y allá va por los caminos
galopando alegremente:
es amigo y confidente
de todos los del lugar,
que le vienen a contar
su dolor abiertamente...!
Ninguno le oculta nada
confían en su reserva,
y el temor de que se pierda
la respuesta tan ansiada,
traiciona a la enamorada
que se vende, al preguntar:
“Cómo tarda en contestar...”
—Y se pone colorada.
Entiende de la amargura
de la viejita, que espera,
al oírle cuando llega:
“Y... ¿para mí, no hay ninguna?”
Y él revisa, una por una,
mas ya sabiéndolo fijo,
que no hay carta de ese hijo
que así paga su ternura...!
Pero... tarda en contestar
por no causarle más daño
y hasta llega con engaños,
a quererla consolar...
“El tren se atrasó en llegar”
—le dice— medio tosiendo
y calla, porque está viendo
que ella se echó a llorar...!
Ya no silva alegremente,
se le nubló la mañana,
le brilla más la mirada
al irse penosamente...
mientras piensa tristemente:
Si ese ingrato, lo supiera,
que la pobre sólo espera
cuatro líneas... solamente...!
Y allá va, como el destino,
llevando llantos y besos,
hormiguita del progreso
por la orilla del camino...
esforzado peregrino
que manda la sociedad,
a cruzar la inmensidad
de los campos argentinos...!
Héctor Gagliardi
(“Por las calles del Recuerdo”)
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Hace 7 años
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